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Linternas a mi verdad

  • Foto del escritor: Asier
    Asier
  • 10 abr 2018
  • 3 Min. de lectura

¿Y si cambiásemos un poco la historia de los payasos Augusto y Blanco que Juan José García-Noblejas menciona en el capítulo quinto de su libro “Comunicación y mundos posibles”? No hablemos de buscar sino de encontrar y comunicar.


Imaginemos a los dos payasos es una cueva desconocida, a la que nunca han entrado. Augusto entra primero con su linterna en la cabeza y al salir dice emocionado que la cueva está llena de piedras preciosas y que se van a hacer ricos.” ̶ ¡Es un mundo mágico! ̶ ¿Seguro?, le pregunta Blanco. ̶ Sí, ya verás. ¡Nos vamos a hacer de oro!” Blanco, crítico pero excitado, entra corriendo a comprobarlo linterna en mano. Sin embargo, sale muy enfadado y decepcionado con Augusto. “̶ ¡Ahí no hay nada más que charcos, barro y cucarachas!”


Cierto es que, como resalta Jean Claude Carrière de quien García-Noblejas toma la idea, solo es en lo iluminado por la luz donde encontraremos algo; de interés o no, lo que buscábamos o no. Pero es muy importante también ver hacia dónde se dirige esa luz y quién apunta. Los medios de comunicación con sus diferentes linternas, como los payasos, son quienes alumbran y comunican lo que ven, ya sean las paredes de piedras preciosas o el suelo embarrado de una misma cueva.


No podemos olvidar esto. No es lo mismo lo que la cueva es en verdad (ontología), que cómo se interpreta y lo que se comunica sobre ella, lo relativo (epistemología). Y es en medio de esa dualidad donde surgen los mundos posibles que se comunican. Por eso es tan importante discutir y encontrar una autoridad.


El pluralismo, poder escuchar distintas voces, argumentar y en ese punto poder elegir. En esa democracia está la verdadera libertad que se les ofrece a los espectadores-sujetos. Si Augusto y Blanco van a contarle lo que han visto a su amiga María, pero Blanco no argumenta sino que aplasta la voz de Augusto de forma totalitaria por su poder, si deforma la autoridad deontológica sin que esta se le reconozca de manera legítima por lo que sabe, María creerá que esa es la realidad y cuando llegue a casa es la que contará a su hermano pequeño sin tener del todo certezas. Como dice en su libro García-Noblejas, “puede lograrse, en efecto, precisamente a través de los usuarios, que esos “mundos posibles” ideológicos se conviertan en “realidades efectivas”.


Esto es muy peligroso cuando lo que se comunica no ha nacido de una búsqueda de la verdad, de un sentido y cuando no es un experto el que comunica el saber. Por ello, discutir, dar diferentes argumentos hasta llegar a una conclusión común razonada, una comprensión, se hace necesario para llegar o al menos acercarse a la ontología y que esos mundos posibles sean justos con la realidad. Justos con quienes participan de ella. Sin falacias por parte de un poder individualista e ilegítimo.


Pero, por supuesto, esto no solo depende de quienes portan las linternas y se comunican, sino también de quienes reciben el supuesto saber. Depende de María seguir preguntándole a Augusto lo que ha visto él, o entrar ella misma a la cueva con su propia linterna. Hablamos de la democracia metafísica. El autor de “Comunicación y mundos posibles” menciona a Karel Kosik y dice: “Entiende que el hombre puede salir de su degradación sin tener que ser salvado, por sus propios medios, tomando de su mano las riendas de la cosa pública, a través de una democracia que ya no sea (solo) social. (…) Piensa en una democracia que entienda al hombre –en tanto que es un ser práctico- como todo un acontecimiento histórico. Una democracia que le invite poéticamente a «fundar el mundo».” Esto es, María podrá encontrar su verdad sobre la cueva y lo que hay en ella, crear su mundo, llegar a comprenderlo a través de la lógica y convertirse en portadora del saber.


Ese es el reto gran reto de la actualidad. No quedarse solo con lo que un poder comunica o con lo que nuestra linterna alumbra de primeras; lo cómodo. Seríamos igual de injustos con la verdad y el saber que el payaso Blanco, no aprenderíamos, no nos acercaríamos a ello; seríamos Bárbaros individualistas al margen de la sociedad. Y así parece que hacemos con todo hoy en día. Impera el “yo creo” maquillado como un payaso del “yo sé”.

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