Redes de ideas
- Asier
- 12 feb 2018
- 4 Min. de lectura
Tras la lectura del libro “Medios de conspiración social” de Juan José García Noblejas, sigue dando vueltas en mi mente la pregunta: “¿Procuramos dejar que la gente piense a partir de lo que nosotros decimos o bien nos empecinamos simplemente en decirles cosas?” Así pues, con este ensayo no pretendo mostrar mis propias ideas sobre temas tan complejos como son el saber, la verdad o la comunicación; sino plantear cuestiones sobre las que meditar. Y siguiendo con esa pregunta que nos hace García Noblejas, me cuestiono también si aún tratando los comunicadores de hacer pensar, ¿dedica la gente receptora del mensaje el tiempo suficiente a ello como para adquirir conclusiones propias? Centrando más la cuestión, ¿qué ocurre en los nuevos medios de comunicación?
Las nuevas tecnologías y en concreto las redes sociales como Twitter son un medio de comunicación de masas cuyos mensajes llegan rápidamente a muchísimas personas de cualquier lugar del planeta transmitiendo saberes. Dejando de lado los tuits del estilo “qué mal me ha ido el examen” “me he comprado un jersey rojo”, muchas de las ideas que imperan en la sociedad joven actual se han transmitido por estos medios. Las redes sociales han logrado formarse como toda una institución de comunicación y del saber en la sociedad. De hecho, sirviéndome de este medio para hacer una pequeña encuesta significativa, comprobamos que es notoriamente más elevado el número de jóvenes que han elaborado sus posturas sobre temas de actualidad vía redes sociales que a través de blogs, libros, periódicos o acudiendo a tertulias sobre el tema de interés. Hilos en Twitter que se hacen virales en un momento y configuran mentalidades de forma inconsciente. Youtubers que mueven masas. Es significativo pues, que rápidamente los medios de comunicación más tradicionales se hayan creado perfiles en las redes sociales para llegar a un mayor público.
Todos los usuarios tienen voz, pero sin embargo, no son mayoritarios a los que se les reconoce este poder. La repercusión de los mensajes depende del número de personas que estén de acuerdo o se identifiquen con esas ideas e interaccionen con ellas haciéndolas llegar a más gente. Ideas, valores o posturas ante los temas más polémicos como la tauromaquia, el feminismo, el especismo, el aborto, vientres de alquiler, comunidad LGTB+, independencia, democracia… la vida política en general. Vídeos atractivos cuyos mensajes llegan directamente a nuestra mente de forma inconsciente. Un simple retuit y esas ideas se propagan de forma implacable. Tuits que se comparten con el objetivo a priori de ser referencia para mejorar e incrementar nuestros valores y virtudes; como medios de conspiración.
Pero, ¿realmente la gente se detiene a pensar sobre estos temas? ¿Leemos a caso toda la información que se nos ofrece y elaboramos juicios propios o nos quedamos a medias con la idea principal, con los titulares? ¿Entramos en los links que aportan una información mayor? Estudios como el de Digital News Report de Reuters muestran por ejemplo que se da más ese segundo caso. ¿Qué información llega realmente hasta nosotros? ¿No es acaso el tipo de ideas que nosotros mismos seleccionamos tras pulsar el botón de “seguir”? ¿Las de esa cuenta con muchos seguidores, las de ese youtuber que parece tan gracioso?
Las redes sociales es uno de los medios más peligrosos ante el no pensar. Parece que con los medios tradicionales se elabora un juicio más crítico sobre la información que en ellos se nos da. Son medios más lentos que requieren un esfuerzo mayor. Sin embrago, estas nuevas tecnologías con las que se gana un tiempo muy valioso para esta sociedad que va cada vez más rápido han llegado dando lugar a toda una revolución hacia una nueva era de la comunicación de los saberes. Titulares, tuits con los que se cree estar de acuerdo y se comparten sin ahondar en el asunto y que incluso a veces dicen lo contrario a nuestras ideas. Suenan ya conversaciones del tipo: “¿Por qué has compartido eso? ¿Has leído los comentarios?” “No, es que he visto la foto y cría que…”
Creemos saber sin pensar. Leemos a medias. Las redes sociales, aunque pueden entenderse como “terceros lugares” en los que se comunican saberes y a los que se acude de forma voluntaria, dudo de que su propia estructura con mensajes de ahora ya 280 caracteres y esa naturaleza de “superautopista de la información” le permita ser el medio ideal para elaborar juicios y decidir sobre asuntos particulares que dan lugar a la acción práctica.
¿Hacen pues realmente una función de servicio? ¿Sirven de algo esos diálogos que surgen tras el choque de pensamiento de dos usuarios diferentes que se ensalzan en una lucha, dando una retahíla de argumentos, buscando el apoyo suficiente basado en la interactividad para creerse poseedores de la razón y verdad? ¿Es parte de ese carácter revolucionario de las nuevas tecnologías la violencia que puede surgir de estos choques de ideas? ¿Violencia fundada o infundada? ¿Nos acercamos al saber o a un fanatismo incondicional e irracional de las ideas?
Sin darnos cuenta nos enmarañamos en una red de ideas contra la que nos es difícil luchar y para escapar de ella, para deshacernos de los nudos que nos hacen prisioneros, tan solo necesitamos el pensar; pararse y pensar más allá.
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