Un amor de baserri, terco y duro, a la mesa - Ander
- Asier
- 1 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Roberto Castón nos presenta bajo su guión y dirección 'Ander' (2009), un auténtico y enérgico drama rural que, a pesar de su ritmo lento y pausado, consigue en 124 minutos dar la vuelta y pulir la dura piel de baserritarra cuarentón de Ander (Josean Bengoetxea), protagonista de esta trama en la que la llegada de un nuevo personaje suscita en él unos inesperados sentimientos que van a golpear su propia identidad y lo aceptado en una sociedad vasca y cerrada del Duranguesado de finales del sigo XX, una sociedad que da una gran importancia a su idioma; el euskera, la jerarquía familiar y las tradiciones amenazadas ya por la modernidad y el cambio de siglo.
Ander, Andrés en castellano, no es un nombre propio elegido al azar. Del griego andros (varón) designa a un hombre fuerte y valiente; uno de los grandes temas de esta película: la masculinidad hegemónica que se espera de los hombres de campo, hombres fuertes que se encargan del trabajo pesado, el trabajo fuera de casa, y que tanto tratan de demostrar tanto Ander, como su amigo Peio; un hombre soltero, misógino y racista o en palabras de Ander: "es buen hombre, pero le pueden la polla y la nariz".
Pero, sin embargo, Ander sufrirá un accidente que le impida trabajar y requiera de ayuda externa para mantener las obligaciones del baserri. Este es un giro de guión que, junto con la brutalidad al hablar y actuar de Peio, va a poner de relieve el contraste entre ambos y la problemática de no poder cumplir con el rol esperado de él (que por otro lado tampoco está bien llevado por Peio) y no haber seguido con la estructura familiar asentada.
Es entonces cuando José entra en escena; un peruano homosexual que rompe, aunque desde el silencio y desconocimiento de los vecinos de la comarca, todos los esquemas de Ander al generar una inesperada atracción por él que le va a costar mucho aceptar. Atracción que es sin embargo recelo de la madre de Ander, una señora vasca, antigua ya mayor y con problemas de corazón que desconfía por completo del inmigrante con el que a duras penas quiere comunicarse, se niega a utilizar el español. El director plasma así el racismo de esta época que queda muy bien retratado, además a través de la broma y referencias a José como "el indio", y la fuerza de la identidad vasca.
Así pues, conforme el descontento de la madre y las diferencias entre Peio y Ander se agrandan, las similitudes y la simpatía entre este y José son cada vez mayores y menos comprendidas por Ander que niega a aceptar su orientación sexual.
Se destaca también visualmente por un lado; con la división del filme en distintos actos presentados como sumas que muestran esa escalada también en la psicología del protagonista y, por otro lado; con el uso de paralelismos entre imágenes y acciones como son el lugar de la merienda, juegos de niños como comprobar quién orinaba más lejos o la escucha activa a La Reme, una prostituta con un hijo a la espera de la vuelta de su marido y la primera en entender lo que está pasando.
Esta es una escalada que no puede hacerse a la ligera, pues toca uno de los pilares identitarios más importantes de la persona. Es por ello que, gracias a un impecable guión que muestra esas tradiciones en un primer término y que nos adentra en la cotidianidad de Ander y su propia psicología; su naturaleza, sus negaciones y frustraciones, se logra empatizar con él y sus miedos, que el final de la película resulte catártico y que no extrañe el hecho de que el actor Josean Bengoetxea haya sido galardonado con el premio a Mejor actor en el festival Premiers Plans de Angers, en el festival Queer Lisboa 2009 y en el Festival Internacional de Jóvenes Realizadores de San Juan de Luz.
Y es que en una familia chapada a la antigua como es la de un baserri, los problemas deben arreglarse poniéndolos sobre la mesa porque esta es la que define una casa, la que indica las dinámicas en la familia desde el lugar que ocupa cada uno, el orden para servir la comida o la misma comida que se está sirviendo.
Es sentados a la mesa cuando las identidades de cada uno quedan al descubierto y deben ser tratadas.
Mi nota es de un 8,6 dado que la actuación de Pako Revuelta (Peio), deja bastante que desear por su lentitud haciendo entorpecer la trama y que, subjetivamente, me hubiese gustado algún momento más de sorpresa y no que tanto los diálogos, las miradas, las pausas entre Ander y José hiciesen tan evidente desde el principio lo que vendría a continuación.
- Funciona
- ¿El qué?
- El reloj.
- ¿Y por qué iba a dejar de funcionar?
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