Un guión para la ficción y la realidad - Funny Games
- Asier
- 2 abr 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 31 ago 2020
"¿Y dónde está tu protagonista ahora? ¿En la realidad o en la ficción?" El director Michel Haneke juega con el espectador en "Funny games" (1997) y consigue que, sin poder evitarlo, este se vea involucrado en la singular y macabra tarea de escritura del guión de un thriller psicológico. Este director y guionista muestra este proceso en pantalla a través de imágenes y una trama pausada y escalofriante de la que se desea pero no se consigue salir. Atrapados y con la mente sujeta al juego, como los protagonistas en su secuestro, solo queda pensar en el siguiente movimiento.
Haneke somente de forma calculada a ambos; personajes y espectadores rompiendo la pared entre ambos en varias ocasiones con miradas a cámara, preguntas lanzadas al espectador o incluso a través del montaje rebobinando la propia película en busca de un respuesta más oportuna para lograr el desenlace deseado. Todo bajo una premisa sencilla: un matrimonio y su hijo van a pasar las vacaciones a su casa junto al lago cuando la visita inesperada de dos sujetos extraños hace que el día de su llegada se convierta en toda una pesadilla de la que no podrán salir fácilmente.
Consigue acercar a ambos, personaje y espectador, hacerles entrar en contacto y enfocar su psicología hacia un mismo punto, el que él mismo ha dictado. Como quien tiene el mando, la pluma y el papel antes de escribir, de forma sarcástica y con un toque de sadismo propio de sus thrillers, pregunta cómo continuar a quien no tiene capacidad de librarse de la tortura emocional, del sino ya escrito. Invita entonces al espectador a ser parte del diabólico juego poniéndose en la piel de los protagonistas, ¿qué hacer en esta situación?, y sentir la inevitabilidad de lo escrito. El miedo ante lo que se presenta como un pasatiempos enfermizo.
Lo consigue paulatinamente, con el ritmo lento de la trama. Este director prueba, despacio, comprueba cómo influyen ciertas acciones de unos personajes sobre los otros, sus reacciones llamativas que en cierta manera desconciertan, e incita a buscar los motivos de esa reacción, a tratar de comprender la psicología de esos personajes.
Es por eso que el acting al inicio de la película sorprende, no parece muy trabajado y sin percibirlo comienzan a presentarse los porqués. Al igual que sucede en ciertas escenas, algo no acaba de cuadrar y sin embargo se hace necesario continuar con el visionado para comprobar hasta dónde llega todo esto. Todas las dudas quedan en un subconsciente manipulado hasta que el acting deja de hacerse notorio y se hace más real desdibujando la ficción. Sin ser excesivamente sangriento, el director deja guiar la narrativa a dos personajes despiadados y patológicos y, por tanto, lo que queda es dejarse sorprender por el siguiente acontecimiento, cada vez más desagradable, cada vez más incómodo, cada vez más inevitable.

Haneke enmaraña al espectador en la totalidad de la trama, haciéndole consciente de estar fuera y al mismo tiempo muy dentro de la ficción, sintiendo su psicología puesta en juego. Esto lo consigue con el uso de los primeros planos, poniendo el foco en las miradas de los personajes y dejando la acción fuera de campo. Cede importancia a la empatía con el personaje para vivir su misma angustia.
Además, como posteriormente lo son ciertos sonidos, la incomodidad ya estaba implícita desde el comienzo del filme con el contraste entre la música clásica y la calma de unos personajes desconocedores de lo que les iba a suceder a continuación; y una música estridente, a gran volumen que hace reaccionar y pone distanciamiento de forma instantánea.
Sin duda, aún habiendo querido pausar el filme en cierto momento para tal vez no volver a él nunca más, 10.
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